"..El malembe es cosa buena para el justo y el honrado pero es malo y pernicioso para todos los malvados .."
canta Quilapayun
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El único momento en que un grupo importante de personas, detenidas desde hacía días en distintas redadas y allanamientos en San Bernardo y alrededores - que yacían apiladas en 3 pequeñas salas de clases, desde donde eran sacados individualmente, día a día en horarios claramente establecidos, para ser torturados a 20 pasos de distancia en una dependencia que estaba separada de la escuelita - pudieron mirarse a las caras, lavar sus rostros con el agua límpida de una acequia que cruzaba el amplio patio que hasta ese mismo momento desconocían que estaba allí.
Hombres duchos en mil peleas se miraban y tocaban, caminaban de aquí para allá o hacían amplios círculos, transmitiendo todo lo que podían pues no sabían de cuánto tiempo disponían antes de volver a esa rutina que ya les tenía inquietos.
Estos movían enérgicamente sus brazos, aquéllos se agachaban y levantaban respirando hondo, se entregaban recomendaciones de qué hacer con el dolor de los huesos y con esos cuerpos cansados ya del hacinamiento y la falta de luz.
Aquí un grupo importante de campesinos detenidos en un fundo, allá los ferroviarios que habían llegado la noche anterior y entregaban noticias del exterior a los que llevaban varios días.
Algunos sentados en el suelo mirando el cerro, otros lloraban quedamente pensando en los suyos. Veían, después de tantos días, pero no eran libres.
Llegó el mandamás que se identificó como el coronel director de la escuela de infantería, rodeado de vehículos con ametralladoras en sus techos y los servidores de las armas con anteojeras, gorros de cuero, guantes en sus manos, apuntando directamente a los peligrosos extremistas que tenían enfrente y que a duras penas se mantenían en pie.
Los declaró prisioneros de guerra y les habló del pacto de Ginebra, antes de retirarse tiraron naranjas que los presos recogieron del suelo y comieron con ganas.
Luego a las salas de clases, ponerse las vendas y escuchar nuevamente como castigaban a quienes indiscriminadamente sacaban de los grupos. Todo volvía a ser como siempre.
2.- No requerían conocerse para hablar unos con otros. Se daban sus nombres y pedían se dijera a los familiares que estaban bien, que esperaban salir de este lugar para abrazarlos.
El más joven quedó integrado al grupo de los ferroviarios, que por lo demás conocían de sobremanera a su padre. Conscientes de que no saldrían con vida pidieron saludar a las familias y él juró que ese compromiso se cumpliría a cabalidad.
Van a ser ya 50 años y hace unos días saludo, besó en la mejilla y abrazó a Ingrid, la nieta de Arturo. Ella recorrió las oficinas, tomó fotografías y se llevó varios libros con el testimonio de lo que se vivió en Chena.
Ambos se emocionaron, era un encuentro que se había pospuesto pero debía cumplirse.
Hablaron de esto, lo otro y muchas cosas más, recordaron a los que ya no están, saludaron a la vida y reiteraron el compromiso de mantener plenamente vigente la memoria.
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MANUEL AHUMADA LILLO
PRESIDENTE DE CGT CHILE
Nuestra fuerza la Unidad
Nuestra meta la Victoria