Llega
un momento en que cuesta expresar algunas cosas. Un tiempo en que la
pérdida se superpone a la urgencia de la denuncia y del reclamo, y
aunque debiese alzarse mas que nunca la voz para dejar claro al menos
que no todos estamos comulgando con ruedas de carreta, el dolor te
silencia y no puedes articular como quisieras.
No
es una frase cliché esa de que “a todos nos llega la hora”. Es una
dolorosa certeza, cuyo peso logramos percibir solo cuando nos toca. Y
siempre que lo vivimos nos desarma, dejándonos sin reacción por algún
tiempo. Por eso la demora de este Pulso.
*******
La vida de los sindicalistas es dura.