Si tiene memoria o se ha informado convenientemente, vía filmaciones o lecturas, del oscuro periodo de la dictadura, debe haber tenido la sensación de estar viviendo un deja vu el pasado primero de mayo.
En un sector de Santiago, todo el andamiaje comunicacional del modelo reparte imágenes del sindicalismo oficialista que avanza hacía su lugar de reunión sin ningún aparato represor a la vista, que es recibido por las autoridades del gobierno de turno y algunos parlamentarios. Al culminar la marcha todos se sonríen y abrazan y se disponen a escuchar el discurso. Dicen haber reunido a 100 mil personas, carabineros no entrega cifras.
Los medios, que transmiten en directo y posteriores noticieros, regalan imágenes de disciplinados y contentos manifestantes que aplauden a su máxima dirigente cuando dice “No todos rechazamos la reforma laboral. No hemos trabajado y levantado una estrategia para terminar abortando un proyecto de ley”.
Han dicho descaradamente que vale más obtener poco que nada, que lo que salga son avances y ese discurso infame es repetido, respecto de las reformas, por dirigentes y trabajadores. Conformidad, consensos, conclusiones miopes que nos fregaran la vida. ¿Y acaso no dijeron lo mismo cuando negociaron la Constitución con la dictadura?
Al terminar su discurso, al igual que sus antecesores - aunque mas cauta o conciente de lo que representa en realidad su organización - la señora Figueroa omite la palabra paro y termina anunciando “una movilización nacional para la primera quincena de julio”. (El Mercurio – 2/5/2015 – C7)