1.- Se aprobó finalmente una ley que por
tiempo determinado (no más de 12 meses en su tramo más largo) permite la
suspensión del empleo y el no pago de sueldo, así como la rebaja de la jornada
diaria de trabajo, con la consiguiente disminución de la remuneración.
Cifras
más cifras menos, el grueso de los trabajadores seguirá recibiendo, ahora desde
su seguro de cesantía, una cantidad mensual que le hace difícil vivir
dignamente junto a su familia.
Si
ya es complejo vivir en lo que algunos llaman "condiciones normales", ahora resultará prácticamente
imposible hacerlo.
No
solo no existen las condiciones para que
el pago de ese 70% de la remuneración sea fluido y a tiempo, también están las
enormes dificultades para la movilidad y desplazamiento de miles de personas
que buscarán, de una u otra manera estos recursos para sobrevivir, y agreguemos
a ellos precios especulativos, alzas en los artículos de primera necesidad,
bajas existencias, entre otras.
Ciertamente
que la ley tiene un tiempo determinado, pero se deja abierta la puerta para
tiempos futuros, en los que podrán desatarse nuevas pandemias o catástrofes y
ya se contará con una herramienta que legaliza una práctica diaria y permanente
del capital. Hacer caer los costos en los hombros de los que menos tienen.
2.- Y es aquí donde debemos hacernos la
autocrítica. Hasta ahora solo respondemos a lo que resuelve el capital y sus
servidores y generalmente lo hacemos con consignas y discursos encendidos, sin
agregar el necesario llamado a los trabajadores para que desarrollen
organización, así como nuestro trabajo para que la organización florezca. Así
como vamos solo nos da para reclamar que nos están acabando.
Y
también la lucha de los organizados debe dar un vuelvo, basta de adornitos en
los contratos colectivos, hay que demandar aquello que es más importante y
urgente.
En
la crisis que vivimos ahora todos los organizados deben demandar de la patronal
la mantención del empleo y la remuneración.
Si
los patrones no pueden o no quieren asumir el costo por estos meses con las
ganancias que les generamos por años, que al menos se allanen a un acuerdo que
permita mantener los sueldos y devolver las horas que no vamos a trabajar
ahora, cuando se recupere la normalidad y no más allá de 2 horas sobre la
jornada normal.
Sabemos
que esto es posible de conseguir con un sindicato aceradito y bien parado y ahí
está el desafío del que debemos hacernos cargo. Y si no lo tenemos hay que
construirlo, pues si con la crisis la estamos pasando mal, lo que viene después
de esta es peor.
Corresponderá
a estos sindicatos, los existentes y los que se van a constituir, la defensa
irrestricta de los derechos de sus representados.
Ya
se debe estar estudiando la elaboración de proyectos colectivos futuros, en los
que se establezcan resguardos ante potenciales crisis.
El
dinero que dejamos de percibir ahora debe ser recuperado en las próximas
negociaciones colectivas.
Debemos
estar convencidos de esto.
3.- La ley aprobada contó con los votos a
favor de varios defensores de los derechos del pueblo y los trabajadores y eso
no puede ser pasado por alto, toda vez que tienen la facultad, al menos, de no
aceptar leyes que lesionen los pocos beneficios de que disponen millones de
asalariados.
Desde
los 90 del siglo pasado que vienen aplicando la lógica del mal menor y ya es
momento de comenzar a repudiarlos abiertamente, lo mismo con aquellos que se
abstienen pues son aún más cobardes al no querer mojarse el potito.
Es
la lógica del mal menor - avalada por un sindicalismo entreguista y deshonesto
que debe estar detrás de esta ley anti trabajadores - la que permitió poner término
a los grupos de trabajadores que se podían unir para negociar colectivamente.
Si la norma hubiera estado vigente pudimos haber dotado de fuero a miles de
trabajadores durante esta crisis y buscar mejores soluciones que las que hasta
hora se han acordado.
4.- La invitación entonces es a no bajar la
guardia, ni creer que todo no está perdido.
Que
esta crisis rompa con esas creencias de que hay patrones malos y buenos, que
somos colaboradores y no trabajadores, que
formamos una familia junto al patrón, que nos desvinculan no nos hechan.
Todas
son patrañas, en esta pelea contra el capital debemos tener claro a qué
aspiramos y sobre eso organizarnos y lucha.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente Central
Clasista de Trabajadoras y Trabajadores
Secretario C.G.T.
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