Cada cierto tiempo, e independiente del gobierno de turno, se instala
un tema que concita la atención, sin que lo de fondo – en nuestro caso
la situación de trabajadores y trabajadoras- implique avances efectivos.
Así se van aprobando normas y leyes que incluso teniendo algo de
positivo (aunque cueste encontrarlo) no dan respuesta a nuestras
aspiraciones más sentidas. El mejor ejemplo para graficarlo está en las
normas laborales aprobadas desde el término de la dictadura.
Es lo que pasa hoy con la jornada de trabajo.

Ambos proyectos – hasta ahora – mantienen importantes
discriminaciones (Artículos 27 y 34 bis, entre otros, del actual Código)
en las que se ha puesto poca o nula atención.