Desde
hace bastante tiempo que, al menos en lo laboral venimos levantando
banderas por una u otra causa y, cuando no se han perdido, el resultado
es algo bastante alejado
de lo que originalmente se demandaba.
La
razón de esto tiene varias explicaciones, pero sin lugar a dudas la
principal es la carencia de una organización firme y poderosa, que no
negocie a espaldas de los trabajadores
ni se compre el discurso de "AVANZAR EN LA MEDIDA DE LO POSIBLE".
Prueba
de lo anterior, entre muchas otras, es el Seguro de Cesantía, vendido
como la solución al hasta entonces vigente” subsidio” y que terminó en
los hechos provocando
que quienes terminan contrato por el articulo 161 (las llamadas
necesidades de la empresa) sufran el descuento de casi un 20% de la
indemnización, pues la ley entrega la facultad al patrón de descontar de
la misma, su aporte al Seguro de Cesantía.
En
definitiva, el Seguro de Cesantía es una cuenta de ahorro obligatoria
con recursos del trabajador, con la particularidad de que el dueño de
los recursos no puede disponer
de ellos cuando quiera.
Podremos desconocer cómo funciona el aparato burocrático del Estado, pero el sentido común nos dice que debiera existir algún mecanismo para que cualquiera ley que lesione derechos de la mayoría pueda ser modificada. Y si existe ese mecanismo, es obligación de quienes participan de la burocracia estatal, dar las pautas y corregir lo malo.
Pues
bien, la ley del Seguro de Cesantía rige desde octubre de 2002 y
durante 17 años el castigo a los trabajadores - perdida de un 20% de su
indemnización – se mantiene
inalterable y no se visualizan modificaciones en el corto plazo.
¿Porque hacemos este comentario? porque no hay día en que algún parlamentario hable de los derechos de los trabajadores y de testimonio de su preocupación por ellos y sin embargo no hay una sola propuesta de cambio y, lo que es más grave, se siguen promoviendo y aprobando reformas laborales que degradan aún más la condición de los asalariados.
Con
solo 2 ejemplos dejaremos expuesta la tesis que venimos sosteniendo
desde hace tiempo y es que más allá del gobierno de turno, el capital se
las ingenia para conseguir
las garantías de que podrá seguir abusando sin pagar mayores costos.
El
grueso de los trabajadores, e incluso muchos dirigentes, ignoran
totalmente la estructura empresarial y por lo mismo no dimensionan la
maldad con la que se generan las
leyes.
En
el gobierno anterior se hizo mucha cuestión con aquello de que lo que
se buscaba con la reforma presentada, era profundizar la
sindicalización.
Sin
embargo mantuvieron el mínimo de 8 trabajadores para constituir un
sindicato agregando que esos 8 necesariamente debían representar al
menos el 50% del total de los trabajadores.
¿Que
no dijeron? Que en la estructura empresarial más del 75% son
microempresas con un promedio de 0,9 trabajadores por empresa, un 20%
son pequeñas y su promedio es de 9,3
trabajadores.
¿Conclusión? En más del 95% de las empresas chilenas es imposible constituir sindicato y negociar colectivamente.
El
gobierno de Piñera no quiere ser menos y por supuesto el camino es
seguir quitando derechos a los trabajadores. Es así como es sus
propuesta de cambio legal aparece el artículo
376 ter, que pone termino a un derecho de décadas, que no es
otro que aquel que establece que el tiempo de cambio de uniforme al
ingreso y al termino del turno es considerado como tiempo trabajado para
todos los efectos.
Que quede claro, de ser aprobada esta reforma el tiempo de cambio de uniforme no será tiempo trabajado.
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Contra
el capital y sus servidores luchó, con denodado esfuerzo, Clotario
Blest Riffo quien fue especialmente recordado este 31 de mayo, cuando se
cumplieron 29 años desde
su muerte.
De
discurso directo y claro, sin compromisos con nada que no fuera la
defensa irrestricta de la clase trabajadora y sus derechos
irrenunciables, Blest dejó una huella indeleble
que no siempre es dimensionada como corresponde.
Podemos
decir, sin ser insolentes, que Clotario Blest fue un viejo choro,
entregado al 100% a sus convicciones y cuyo trabajo fue promover las
mismas en todo tiempo y lugar.
Como
en la parábola del sembrador, fue arrojando las semillas sin detenerse
ante el tipo de tierra en que estas caían, ya que tenía muy claro que
más de alguna tocaría tierra
fértil, lo que se traduciría en una nueva organización sindical.
En
tiempos de dudas, desconfianzas y temores (recién instalado el primer
Código del Trabajo y la sindicalización legal) logró unir voluntades y
romper la apatía por medio
del deporte entre trabajadores de distintas reparticiones, un primer
elemento para unificar y comenzar a difundir la idea de organizarse.
Perseveró
sin desmayar entre los empleados públicos, hasta construir su
organización nacional. Se unió con quienes reclamaban derechos en el
sector privado y no descansaron
hasta convocar un primero de mayo unitario y comprometer,
ante los trabajadores, todos los esfuerzos para construir una Central
Única en cuyo Congreso constituyente fue electo presidente.
Las
malas maniobras del partidismo se enfrentaron con la firme convicción
de Blest y no pudieron hacerle frente, por lo que en forma artera
negociaron con el gobierno de
turno (un gobierno de derecha), concordaron en bajar un paro nacional y
al siguiente evento nacional de la CUT se propusieron humillarlo para
sacarlo de la presidencia.
El
siguió en lo suyo y no le hacía mella el desdén con el que se le
trataba en los círculos de poder y entre la burocracia sindical.
Participó en movimientos políticos y
sociales, fue un permanente defensor de los derechos humanos y hasta el
último aliento de vida estuvo preocupado de la situación de los
trabajadores.
Varios son los que aún hoy mencionan en voz alta su nombre y le rinden homenaje, aunque en vida eran capaces de cruzar a la vereda de enfrente para no escucharle.
Sin
embargo, los que levantan la voz firme en contra del capital y llaman a
combatirlo sin medias tintas, aquellos que van por ahí promoviendo la
construcción
de organizaciones sindicales clasistas saben que el viejo Clota les
acompaña en este empeño, por lo que no desmayan y enarbolan las banderas
de la clase trabajadora.
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Lo
que viven a diario los estudiantes secundarios, los trabajadores que se
movilizan, las distintas expresiones sociales que expresan demandas en
salud educación y vivienda y todo aquel
que se atreve a expresar su descontento con el sistema, no debe ser
pasado por alto ni ocultado bajo la alfombra, a riesgo de naturalizarlo y
hacerlo parte del diario vivir.
La
represión policial, la mayoría de las veces brutal, obedece claramente a
la decisión del gobierno de turno de acallar como sea las expresiones
de rechazo a un sistema de vida que solo
está provocando dolor y carencia en millones de compatriotas.
No podemos solo seguir constatando que las cosas van de mal en peor.
Ellos,
los que tienen el poder y quienes giran a su alrededor como las
polillas en torno a un foco, solo pondrán atención cuando la rebelión de
los que poco o nada tienen, se exprese en
todos los espacios que sea posible y para ello es menester redoblar los
esfuerzos por construir organización en todos los planos.
Pero
tiene que ser una gran organización, no solo grupitos dispersos tirando
piedras o pintura a los vehículos policiales, que es muy válido pero
insuficiente.
Una organización que ponga en el centro las necesidades y demandas no respondidas por decenas de años.
Un instrumento amplio que unifique a trabajadores, estudiantes, pobladores bajo una bandera común.
Como
lo que hicieron los 3 sindicatos nacionales de INTEGRA, AJUNJI Y VTF
quienes además de realizar una paralización de 24 horas el 18 de Junio,
realizaron una multitudinaria marcha en
rechazo a un proyecto de ley que busca mercantilizar la educación temprana.
Un claro ejercicio de unidad en la acción que debe ser destacado y cuando sea factible, imitado.
La lucha es posible de dar y los resultados serán beneficiosos si estamos todos juntos.
MANUEL AHUMADA LILLO
Secretario de la CGT
Presidente de la Central Clasista