PULSO SINDICAL Nº 381 DEL 01 AL 18 DE JUNIO DE 2019


Desde hace bastante tiempo que, al menos en lo laboral venimos levantando banderas por una u otra causa y, cuando no se han perdido, el resultado es algo bastante alejado de lo que originalmente se demandaba.

La razón de esto tiene varias explicaciones, pero sin lugar a dudas la principal es la carencia de una organización firme y poderosa, que no negocie a espaldas de los trabajadores ni se compre el discurso de "AVANZAR EN LA MEDIDA DE LO POSIBLE". 

Prueba de lo anterior, entre muchas otras, es el Seguro de Cesantía, vendido como la solución al hasta entonces vigente” subsidio” y que terminó en los hechos provocando que quienes terminan contrato por el articulo 161 (las llamadas necesidades de la empresa) sufran el descuento de casi un 20% de la indemnización, pues la ley entrega la facultad al patrón de descontar de la misma, su aporte al Seguro de Cesantía.
En definitiva, el Seguro de Cesantía es una cuenta de ahorro obligatoria con recursos del trabajador, con la particularidad de que el dueño de los recursos no puede disponer de ellos cuando quiera.

Podremos desconocer cómo funciona el aparato burocrático del Estado, pero el sentido común nos dice que debiera existir algún mecanismo para que cualquiera ley que lesione derechos de la mayoría pueda ser modificada. Y si existe ese mecanismo, es obligación de quienes participan de la burocracia estatal, dar las pautas y corregir lo malo.
Pues bien, la ley del Seguro de Cesantía rige desde octubre de 2002 y durante 17 años el castigo a los trabajadores - perdida de un 20% de su indemnización – se mantiene inalterable y no se visualizan modificaciones en el corto plazo.

¿Porque hacemos este comentario? porque no hay día en que algún parlamentario hable de los derechos de los trabajadores y de testimonio de su preocupación por ellos y sin embargo no hay una sola propuesta de cambio y, lo que es más grave, se siguen promoviendo y aprobando reformas laborales que degradan aún más la condición de los asalariados.

Con solo 2 ejemplos dejaremos expuesta la tesis que venimos sosteniendo desde hace tiempo y es que más allá del gobierno de turno, el capital se las ingenia para conseguir las garantías de que podrá seguir abusando sin pagar mayores costos.

El grueso de los trabajadores, e incluso muchos dirigentes, ignoran totalmente la estructura empresarial y por lo mismo no dimensionan la maldad con la que se generan las leyes.
En el gobierno anterior se hizo mucha cuestión con aquello de que lo que se buscaba con la reforma presentada, era profundizar la sindicalización.
Sin embargo mantuvieron el mínimo de 8 trabajadores para constituir un sindicato agregando que esos 8 necesariamente debían representar al menos el 50% del total de los trabajadores.
¿Que no dijeron? Que en la estructura empresarial más del 75% son microempresas con un promedio de 0,9 trabajadores por empresa, un 20% son pequeñas y su promedio es de 9,3 trabajadores.
¿Conclusión? En más del 95% de las empresas chilenas es imposible constituir sindicato y negociar colectivamente.
El gobierno de Piñera no quiere ser menos y por supuesto el camino es seguir quitando derechos a los trabajadores. Es así como es sus propuesta de cambio legal aparece el artículo 376 ter, que pone termino a un derecho de décadas, que no es otro que aquel que establece que el tiempo de cambio de uniforme al ingreso y al termino del turno es considerado como tiempo trabajado para todos los efectos.
Que quede claro, de ser aprobada esta reforma el tiempo de cambio de uniforme no será tiempo trabajado.

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Contra el capital y sus servidores luchó, con denodado esfuerzo, Clotario Blest Riffo quien fue especialmente recordado este 31 de mayo, cuando se cumplieron 29 años desde su muerte.
De discurso directo y claro, sin compromisos con nada que no fuera la defensa irrestricta de la clase trabajadora y sus derechos irrenunciables, Blest dejó una huella indeleble que no siempre es dimensionada como corresponde.
Podemos decir, sin ser insolentes, que Clotario Blest fue un viejo choro, entregado al 100% a sus convicciones y cuyo trabajo fue promover las mismas en todo tiempo y lugar.
Como en la parábola del sembrador, fue arrojando las semillas sin detenerse ante el tipo de tierra en que estas caían, ya que tenía muy claro que más de alguna tocaría tierra fértil, lo que se traduciría en una nueva organización sindical.
En tiempos de dudas, desconfianzas y temores (recién instalado el primer Código del Trabajo y la sindicalización legal) logró unir voluntades y romper la apatía por medio del deporte entre trabajadores de distintas reparticiones, un primer elemento para unificar y comenzar a difundir la idea de organizarse.
Perseveró sin desmayar entre los empleados públicos, hasta construir su organización nacional. Se unió con quienes reclamaban derechos en el sector privado y no descansaron hasta convocar un  primero de mayo unitario y comprometer, ante los trabajadores, todos los esfuerzos para construir una Central Única en cuyo Congreso constituyente fue electo presidente.

Las malas maniobras del partidismo se enfrentaron con la firme convicción de Blest y no pudieron hacerle frente, por lo que en forma artera negociaron con el gobierno de turno (un gobierno de derecha), concordaron en bajar un paro nacional y al siguiente evento nacional de la CUT se propusieron humillarlo para sacarlo de la presidencia.

El siguió en lo suyo y no le hacía mella el desdén con el que se le trataba en los círculos de poder y entre la burocracia sindical. Participó en movimientos políticos y sociales, fue un permanente defensor de los derechos humanos y hasta el último aliento de vida estuvo preocupado de la situación de los trabajadores. 

Varios son los que aún hoy mencionan en voz alta su nombre y le rinden homenaje, aunque en vida eran capaces de cruzar a la vereda de enfrente para no escucharle.
Sin embargo, los que levantan la voz firme en contra del capital y llaman a combatirlo sin medias tintas, aquellos que van por ahí promoviendo la construcción de organizaciones sindicales clasistas saben que el viejo Clota les acompaña en este empeño, por lo que no desmayan y enarbolan las banderas de la clase trabajadora.

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Lo que viven a diario los estudiantes secundarios, los trabajadores que se movilizan, las distintas expresiones sociales que expresan demandas en salud educación y vivienda y todo aquel que se atreve a expresar su descontento con el sistema, no debe ser pasado por alto ni ocultado bajo la alfombra, a riesgo de naturalizarlo y hacerlo parte del diario vivir.
La represión policial, la mayoría de las veces brutal, obedece claramente a la decisión del gobierno de turno de acallar como sea las expresiones de rechazo a un sistema de vida que solo está provocando dolor y carencia en millones de compatriotas.

No podemos solo seguir constatando que las cosas van de mal en peor.
Ellos, los que tienen el poder y quienes giran a su alrededor como las polillas en torno a un foco, solo pondrán atención cuando la rebelión de los que poco o nada tienen, se exprese en todos los espacios que sea posible y para ello es menester redoblar los esfuerzos por construir organización en todos los planos.
Pero tiene que ser una gran organización, no solo grupitos dispersos tirando piedras o pintura a los vehículos policiales, que es muy válido pero insuficiente.
Una organización que ponga en el centro las necesidades y demandas no respondidas por decenas de años.
Un instrumento amplio que unifique a trabajadores, estudiantes, pobladores bajo una bandera común.

Como lo que hicieron los 3 sindicatos nacionales de INTEGRA, AJUNJI Y VTF quienes además de realizar una paralización de 24 horas el 18 de Junio, realizaron una multitudinaria marcha en rechazo a un  proyecto de ley que busca mercantilizar la educación temprana.
Un claro ejercicio de unidad en la acción que debe ser destacado y cuando sea factible, imitado.

La lucha  es posible de dar y los resultados serán beneficiosos si estamos todos juntos.




MANUEL AHUMADA LILLO
Secretario de la CGT
Presidente de la Central Clasista