CHILE DESPERTO
Muchos
trabajadores han demandado una opinión de su organización sindical,
respecto de lo vivido en el país desde el 18 de octubre de 2019 y los
hechos posteriores.
Es lo que intentaremos explicar desde nuestra visión como organización de trabajadores.
Como es
sabido, días antes del 18 de octubre comenzaron las acciones de evasión
en el Metro producto de una nueva alza en el valor del pasaje de la
locomoción colectiva, jornadas impulsadas por los estudiantes
y las que se fueron sumando trabajadores y personas de la tercera
edad.
Lo que vino
después es conocido por todos, se le llama “estallido social” y refleja
la protesta de la población contra la desigualdad y la discriminación,
estallido que se hizo presente con las más diversas
formas e instrumentos y que llevó incluso al gobierno a sacar los
militares a la calle, intentando recuperar “su orden social” lo que aún
están lejos de conseguir. La masividad de las protestas y el posterior
toque de queda en casi todas las regiones del país,
llevó a la población en general a cambiar sus hábitos en cuanto a
llegada y duración de la jornada de trabajo, transporte, compra de
alimentos y vida social.
Los
trabajadores organizados (no más del 15% real de la fuerza de trabajo)
desarrollaron diversas iniciativas para responder a la situación.
Asambleas informativas, atrasos colectivos, exigencias de
transporte y pagos adicionales por cambios de turno, e incluso en los
primeros días muchos no asistieron a sus lugares de trabajo por no
contar con condiciones mínimas. La organización permitió que no hubiera
descuentos.
Los llamados a
protestas y paros tuvieron gran participación, más que todas las
anteriormente realizadas en años anteriores, aunque pese al esfuerzo no
hubo una paralización real y total en el país,
siendo particularmente notoria por un lado la resistencia a paralizar
en grandes empresas productivas privadas y públicas, así como una
adhesión mayoritaria pero pasiva de los trabajadores públicos, que
además estaban desarrollando su negociación anual con
el gobierno.
Particularmente
importantes fueron las masivas marchas en casi todas las ciudades del
país así como el nivel de autodefensa y resistencia a la represión
policial, que devino en millares de heridos incluso
a balas, perdidas parciales y totales de la visión en cientos de
manifestantes y miles de detenidos, en su gran mayoría jóvenes. Muchos
son los que hasta hoy se encuentran encarcelados muchos de ellos por
desórdenes públicos más la consiguiente carga de delitos
que es común en la policía, para evitar su pronta libertad.
Paradojalmente,
la mayoría de los policías y uniformados acusados de graves violaciones
a los derechos humanos está en libertad con medidas cautelares mínimas,
lo que deja a la vista el criterio dispar,
aunque no por ello anormal, con el que actúa la justicia.
Nada ha
terminado, dicen las declaraciones de las diversas organizaciones
sociales y políticas que se confrontaron a la dictadura civil que nos
gobierna y aunque las movilizaciones han bajado en masividad,
en caso alguno están extintas.
Chile despertó
y ya nada será lo mismo, lo que se refleja en la valentía con que
llevaron adelante su huelga los trabajadores de Banidotti en Puerto
Montt, los paros en Santiago y Punta Arenas, así como
las decenas de constituciones de sindicatos y la presentación de
proyectos de contrato colectivo.
Como algo
pendiente queda la construcción del instrumento unitario, amplio,
abierto y por sobretodo moralmente validado, para conducir el
descontento. Todos los actores deberemos hacer los análisis que
expliquen porque, pese a todo lo que nos une y tenemos en común, no
pudimos construir una organización que hubiese dado dirección a las
marchas, protestas, cortes de calle, paralización de empresas privadas y
servicios públicos.
Fue esa
carencia la que posibilitó la toma de aire a un régimen debilitado y la
construcción de una salida pactada por las élites.
EL SISTEMA ACTUA PARA MANTENERSE
Los saqueos y
otras acciones, que aún no son del todo aclaradas pero que fueron sobre
difundidas por los medios de comunicación, con el único objetivo de
demonizar la protesta social, no pudieron romper
la decisión del pueblo alzado que demandaba cambios lo que llevó a las
diferentes fuerzas políticas a buscar alguna salida que descomprimiera
la situación.
Es así que el 12 de noviembre TODOS los partidos de oposición concluyeron, en una declaración pública, que “la ciudadanía movilizada ha corrido el cerco de lo posible”, rechazaron la pretensión
del gobierno de instalar un “Congreso Constituyente” y consideraron que “el camino para construir el futuro es Plebiscito, Asamblea Constituyente y Nueva Constitución”.
14 partidos
políticos de oposición suscribieron esta declaración que, aunque no
respondía a las profundas demandas de la población alzada, recogía la
exigencia popular levantada desde el mismo momento
en que se impuso la Constitución Pinochetista, Nueva Constitución.
Después de
decenas de años, toda la oposición a la derecha liberal y pinochetista
se unía en torno a una demanda nacional. Nueva Constitución elaborada
por una Asamblea Constituyente.
Peligraba toda
la construcción neoliberal y este intento de desestabilización, que
ponía en riesgo los intereses del gran capital, debía ser detenido a
como diera lugar.
Será tarea
para los observadores determinar cómo se fraguó el plan del gobierno que
culminó con la suscripción del “acuerdo por la paz social y la nueva
constitución”, porque es claro que esto se preparó
en las más altas esferas.
¿Se habrá
llamado a los partidos de la oposición para decirles que su exigencia
era desmesurada, que si persistían en esa actitud se podrían venir de
nuevo los milicos?
Se habrá
consensuado una nueva constitución entre los traidores de siempre y la
derecha, o simplemente algunos de los firmantes del 12 de noviembre
tiraron para atrás los caballos, asustados de lo que
podría venir y que en ningún caso ellos podían controlar?
Algo pasó que
explica que 3 días después de exigir plebiscito, asamblea constituyente y
nueva constitución, 7 de los partidos de oposición (PDC, PS, PR, PPD,
REV.DEM., LIBERAL Y COMUNES) más un tipo
que corrió con colores propios, decidan cambiar lo del 12 de noviembre –
que no era todo lo que el pueblo demandaba en las calles pero se veía
como un buen inicio – y de acuerdo con la derecha acuerdan un plebiscito
para consultar si se quiere o no Nueva Constitución
y un mecanismo que llaman Convención Constitucional, ya sea Mixta o
Constituyente, para que prepare dicha constitución.
Y todo no terminó ahí.
Luego se
enfrascaron en una discusión sobre paridad de género, cupos para pueblos
originarios y espacios para los independientes, cuestiones que pasaron
por alto ante la premura con la que suscribieron
el acuerdo.
El tiro de
gracia a los suscriptores del acuerdo lo han dado el 7 de enero de 2020
la abrumadora mayoría de senadores de la UDI y Renovación Nacional (con
la sola excepción del “futuro candidato” Ossandon),
quienes han expresado su decisión de marcar RECHAZO a una nueva
Constitución en el plebiscito que se realizará el próximo 26 de abril,
mismo paso que luego han dado la mayoría de los diputados de ambos
partidos y que seguro seguirán senadores y diputados
de EVOPOLI ya que, según la mayoría de los derechistas, no están dadas
las condiciones de paz social como para que se pueda avanzar hacia una
nueva Constitución.
Resumiendo, el
12 de noviembre la oposición acordó expresar públicamente su demanda de
Plebiscito, Asamblea Constituyente y Nueva Constitución. El 15 de
noviembre parte de la oposición resuelve acordar
con la derecha un itinerario para una nueva Constitución pero renuncia a
la Asamblea constituyente y finalmente el 7 de enero la derecha manda a
la punta del cerro el acuerdo y mayoritariamente decide votar RECHAZO
El 26 de abril.
¿QUE CAMINO DEBEMOS SEGUIR LOS TRABAJADORES?
Lo primero que
debemos tener claro es que los estallidos sociales no comenzaron el 18
de octubre de 2019. Decenas han sido los casos de explosión social,
gatillados por el abuso del capital y las deplorables
condiciones en que vive y se desenvuelve el grueso de la población el
grueso durante mucho más de un siglo.
Invariablemente
la respuesta a esos estallidos fue el acuerdo político de las elites y
las balas disparadas por el ejército, la marina y los carabineros. Lo
sucedido en esta última rebelión popular es
la respuesta del capital, a las demandas desesperadas de mayor equidad y
justicia de grandes capas desprovistas de lo mínimo para llevar una
vida digna.
Ninguna
Constitución dará respuesta a las aspiraciones de la mayoría de los
ciudadanos, mientras no sea elaborada por una asamblea Constituyente y
plebiscitada para que el pueblo soberanamente se pronuncie.
La que se
pretende construir a contar del 27 de abril de 2020 no será la excepción
a la regla, simplemente porque fue acordada a espaldas del pueblo, el
que tendrá poco o ningún espacio para exponer
que tipo de Constitución es la que quiere.
Seguidamente
debemos hacernos cargo de nuestras carencias y déficit que son los que
han posibilitado que el capital nos ponga el pie encima.
Lo que nos
está imponiendo el sistema es fruto de nuestras limitaciones y/o
incapacidades para construir organización social en todos los espacios
en los que se pueda hacer.
Para ganar la
pelea contra el sistema capitalista que nos asfixia requerimos de
organizaciones vivas, con direcciones revocables si se apartan del
objetivo trazado, capaces de interactuar en todos los
terrenos.
Los barrios,
colegios y universidades, las empresas e instituciones privadas y
públicas deben construir instrumentos de organización capaces de educar a
la población, con el fin de llevarla hacia el
objetivo de construcción de la nueva sociedad, que por ahora podemos
llamar digna y justa. Solo la organización de millones puede desbancar a
este modelo impuesto por los milicos y validado por la derecha y la
social democracia.
Este es el
cuadro en que nos sorprende el llamado a Plebiscito y debemos responder a
la pregunta que deben estar haciéndose millones:
¿Debemos o no
participar del proceso que se avecina? Si tomamos en consideración la
principal demanda levantada en la década de los 80 del siglo pasado, la
respuesta es SI.
Nadie puede
olvidar que una de las exigencias, además del término de la dictadura,
era Nueva Constitución. Podrá argüirse, y con justa razón, que las
condiciones han cambiado, pero hasta ahora nunca
hemos renunciado a esta demanda.
Es cierto que
la exigencia de Asamblea Constituyente fue negociada por los 7 partidos
de la vergüenza, pero no podemos olvidar que la mayoría de esos partidos
desde hace ya mucho tiempo se entregaron
a las decisiones del capital.
La población,
los trabajadores, deben pronunciarse el próximo 26 de abril y tienen a
lo menos 3 alternativas para cuando llegue ese día.
* ABSTENERSE y
no participar del proceso o ANULAR el voto. Todo indica que a esa fecha
la participación será voluntaria, por lo que queda entregada a la
conciencia de cada uno el cómo responder a lo
que se está preguntando.
* Votar
APRUEBO a la consulta sobre una nueva constitución y en el otro voto que
se les presentará marcar AC (por asamblea constituyente).
*Votar RECHAZO
es una opción válida que nadie tiene derecho a cuestionar, pero irá en
línea con la derecha y puede llevar a un resultado que implique la
mantención de la Constitución pinochetista, maquillada
por los gobiernos de la Concertación.
Conminado a
expresar adhesión a una opción mi opción en participar del proceso y
votar APRUEBO, sin que esto implique abandonar las banderas que
levantamos.
LO VERDADERAMENTE IMPORTANTE
Nosotros debemos poner el acento en lo verdaderamente importante y eso no estará en juego el próximo 26 de abril.
Cualquiera sea
la nueva Constitución que en definitiva se apruebe, no va a responder a
las demandas mayoritarias de la población y esas demandas seguirán
marcando nuestro accionar. Reitero: la forma,
el mecanismo, el instrumento para instalarla en las conciencias de los
ciudadanos se llama organización y debemos redoblar los esfuerzos en esa
dirección.
En cada
espacio que existe o que se construya a futuro, deberemos construir y/o
reactivar y validar las plataformas de lucha toda vez que las mismas son
reflejo del sentir mayoritario de la población,
además de trabajar por la unidad de las diferentes fuerzas contrarias
al capital y al neoliberalismo.
Hay muchas
demandas que interpretan al conjunto de la población, como son la
propiedad del Estado sobre las riquezas del suelo y del subsuelo, el
derecho garantizado a la salud, establecer a la previsión
y la seguridad social como obligaciones ineludibles del Estado en las
que no debe existir presencia de capitales privados, solo por nombrar
algunas.
Queremos una
Constitución con estas características y eso no será posible en las
actuales condiciones, por eso el desafío principal es prepararnos para
lo que viene, porque en caso alguno la lucha culmina
el 26 de abril de 2020.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente Central Clasista de Trabajadores
Secretario C.G.T. CHILE