Nadie
osaría cuestionar ni desdibujar la multitudinaria marcha de las mujeres
el recién pasado 8 de marzo.
Una movilización de profunda crítica al
sistema imperante,
que reiteró demandas claras y urgentes que a veces se pierden ante la
arremetida de quien o quienes instalan las consignas y/o los temas a
discutir en la opinión pública.
Asimismo
no se puede decir que esta manifestación es el punto de partida para la
liberación de las mujeres del yugo del capital y de la hegemonía
masculina.
Ciertamente
es un paso adelante en cuando a masividad, así como a
representatividad – fueron muchos los grupos y colectivos que se
identificaron y expresaron
sus sentires – pero aún persiste la duda de si esas decenas de miles de
manifestantes asumen algún puesto y lugar en organizaciones sindicales
sociales y políticas, y están desde el día siguiente a la manifestación
trabajando duro por ampliar la organización
y masificar las luchas.