Hace
algo más de 25 años se eligió como presidente a Patricio Aylwin Azocar,
completando así un proceso iniciado con la victoria de la opción NO en
el plebiscito de 1988. En todo ese poco transparente período llamado “de
transición” se fijaron, entre otras, las líneas a seguir en materia de
política interna, un paquete de acuerdos entre la dictadura y la
Concertación que se han respetado casi al pie de la letra hasta el
tiempo presente.
Es
lo que explica los deslavados cambios a la constitución, las poco
felices reformas laborales, las débiles políticas del Estado en salud,
educación y vivienda, entre otras.
En
otras palabras si no fuera por que no actúa a diestra y siniestra la
CNI, por que en algo se han moderado las prácticas represivas en las
manifestaciones y que dan más permisos que antes para marchar y se hace
por la Alameda, podríamos decir que no hay mucha diferencia entre
dictadura y esta democracia protegida.
Y de eso muchas veces parecemos olvidarnos.
Nos
lo traen a la memoria los asesinatos impunes contra mapuches, los casos
de corrupción en los que están involucrados muchos de los actores de
este pasado nefasto que cargamos y sus oscuros herederos, las luchas sin
respuesta de pobladores y estudiantes, las carencias inimaginables de
los trabajadores y sus familias.
El
sistema demoniza a quienes protestan, instaló el individualismo y el
consumismo como elementos principales para encontrar la felicidad, abre
puertas y más puertas que ayudan al endeudamiento y luego traen el dolor
y la desesperanza a quienes siendo pobres intentaron vivir como ricos.
¿Cuantos
no van por ahí, tapados los oídos con audífonos o la vista fija en sus
modernos aparatos de escucha e imagen mientras se está robando,
agrediendo o insultando a otros? ¿Dónde se fue la solidaridad y la
fraternidad de los seres humanos?
Prolifera
el narcotráfico, aumenta el consumo desenfrenado de alcohol y con ello
la violencia demencial, un profundo no respeto por el otro. Son cosa
común los asaltos a los hogares, las grabaciones sin autorización, las
peleas de pandillas a balazo limpio, las muertes violentas sin resolver,
como sucedía en un pasado no muy lejano.
Ayer
14 de mayo se ha dado un nuevo paso en esta degradación. Han sido
asesinados fríamente dos jóvenes en Valparaíso, al término de una marcha
de estudiantes.
Ezequiel
Borvarán y Diego Guzmán de 18 y 25 años, no cometieron delito alguno,
eran jóvenes llenos de vida que demandaban como miles de miles en todo
el país, cambios profundos en la educación. Como tantos pintaron un muro
o pegaron un papelografo, expresiones históricas de los pueblos para
hacer constar su sentir.
Su
muerte es producto de una sociedad enferma, sociedad idiotizada con
discursos fascistas, anestesiada con programas inútiles en la televisión
y radio, con censura manifiesta en diarios y revistas. Aún es tiempo de
parar esto, depende de nosotros. Quizás si el mejor homenaje a Diego y
Ezequiel y a los que antes cayeron, es reconocer en el modelo al enemigo
y luchar por cambiarlo, sin negociar.
En
un comentario al Pulso anterior, en “El Ciudadano”, nos llaman la
atención por la alambicada explicación de las reformas laborales más aún
cuando, nos dice el crítico, “los trabajadores carecen de educación y
desconocen sus derechos”.
No puedo menos que encontrarle la razón a nuestro amigo en parte de sus argumentos.
Ciertamente
que una de nuestras deficiencias ha sido ponernos a discutir sobre los
temas que el modelo ha ido instalando, dejando de lado las necesidades
mas urgentes de millones de personas asalariadas que no van a ver
mejoradas sus condiciones cualesquiera sean las reformas que se hagan,
si las mismas no apuntan a sus problemas cotidianos.
Esos
problemas que para ser solucionados deben ser asumidos como una
obligación ineludible por el Estado. No digo que no tengamos que
expresar con fuerza el rechazo a las malas reformas ni que no tenemos
que denunciara a los gestores y cómplices de las mismas. Tampoco que no
tengamos que mencionar la renacionalización de las riquezas básicas, el
termino de las AFP, o una nueva Constitución.
Lo que digo es que junto con eso, tenemos que poner el énfasis en la educación y la organización de los trabajadores.
Reiterar
mas que nunca la necesidad de reformas imprescindibles, las que solo
podremos concretar con un pueblo trabajador activo y organizado.
Y
es que tenemos que salir a luchar por el pago mensual de a lo menos 2
pasajes diarios de locomoción colectiva, colación por día trabajado,
gratificación garantizada de 4,75 ingresos mínimos pagada en doceavos, 8
horas diarias de trabajo continuas por 5 días a la semana, descanso en
domingo.
De
nada servirá dar otro pasito con las nuevas reformas que puedan ser
acordadas, serán millones los que no tendrán acceso a las mismas y
nuestra labor, la irrenunciable tarea es ir a hacer conciencia de esas
carencia e impulsar las luchas por satisfacerlas.
Y eso requiere de mucho mas que consignas
Comentarles también de otra critica, más bien una acusación, por nuestro Pulso del Primero de Mayo.
Nos
ha acusado alguien de anticomunistas, pero no se ha dignado exponer en
que parte de ese saludo a la clase está lo que el lector define como
anticomunista.
Coherentes
con la línea de nuestra organización, hemos llamado a derrotar al
sindicalismo oficialista, a denunciar lo débil de las reformas e incluso
hemos llamado la atención respecto de aquellos que en función de
acomodarse han dejado de lado, esperamos que momentáneamente, las
banderas de la clase.
No
vamos a transar en la decisión de llamar a las cosas por su nombre, no
vamos a renunciar en demandar la unidad para combatir y derrotar al
modelo. Eso no es anticomunismo ni anti nada, es simplemente
consecuencia.
Si
Ezequiel Borbarán y Diego Guzman demandaban en la calle por otra
educación, el mejor homenaje a sus memorias es luchar por esa y las
otras exigencias de nuestro pueblo.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente C.G.T. CHILE