Hemos conmemorado un nuevo primero de mayo.
Hemos
conversado con miles de trabajadores en los días previos y en muchos
percibimos desconocimiento e incluso temor, cuando les hablamos de la
clase trabajadora y sus luchas.
Como que no se sienten parte de ella. Por eso queremos compartir con
todos esta reflexión.
El concepto clase
obrera, clase trabajadora o proletariado “designa
al conjunto de trabajadores que, desde la revolución industrial, aportan básicamente el factor
trabajo en la producción y
a cambio reciben un salario o
contraprestación económica, sin ser propietarios individuales de los medios
de producción. Se contrapone así a la clase
capitalista o aquel sector social que acapara el capital”
Podemos
decir entonces que la clase trabajadora es aquella que sin ser
propietaria de las empresas y de los que estas tienen, trabaja para
ellas y recibe una compensación económica que regularmente
no guarda relación con todo el esfuerzo que hace el trabajador.
¿Entonces ¿porque el temor e incluso rechazo cuando se llega a los trabajadores con un discurso de “sindicalismo clasista”?.
No
se trata del invento de “algunos izquierdistas extremos” como suelen
decir quienes temen a toda posición clara y concreta de los abusados en
sus derechos.
Tampoco de un discurso trasnochado sobre cosas que ya no existen.
Se trata simplemente de la verdad, una verdad incómoda para muchos, pero absolutamente vigente.
El
Sindicato o la organización que reúne a los trabajadores en torno a sus
aspiraciones más sentidas, debe ser siempre un instrumento de defensa y
de propuestas.
Defender los derechos de los trabajadores es más que un deber, es una obligación que tiene que hacer suya cada dirigente.
Esa y no otra es la obligación de la organización, de sus dirigentes y de sus asociados.
Ser clasista, entonces, es asumir con propiedad en qué lugar de la cancha se está jugando. Entender
que no todo se solucionará con modificaciones legales o algunos beneficios en los instrumentos colectivos.
Es saberse parte de un sector social que ha sido discriminado históricamente.
Es entender que a nosotros nos corresponde construir una nueva sociedad, en la que nuestras familias puedan vivir dignamente.
Ser clasista es sentirse orgulloso de estar en el lado de la clase de los trabajadores.
Es
asumir que nuestro adversario es el capital y que a este no se le
derrota solo con palabras, que es fundamental la organización.
Palabras simples, elementos concretos.
Somos
parte de una clase y tenemos la obligación de estudiar hasta comprender
porque hay unos pocos que explotan y unos muchos que son explotados.
Entendiendo esto seremos capaces de asumir
que tenemos el pleno derecho de exigir respuestas a nuestras demandas
más sentidas y desde ahí avanzaremos hasta explicarnos claramente la
existencia de las organizaciones que nos cobijan y defienden sin
concesiones.
Las concesiones no son más que aquellos discursos blandengues que nos dicen que para tener una cosa debemos renunciar a otra.
Es
la defensa irrestricta de los derechos de los trabajadores lo que hace
la diferencia entre una organización clasista y la que no lo es.
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La CGT y otras
organizaciones se definen como clasistas y tras un largo proceso de
análisis y trabajo unitario llegaron a la conclusión de que no quedaba
otra que construir una organización que los aglutinara.
No se puede
seguir esperando que otros (gobiernos, parlamentarios) hagan las cosas
por nosotros, porque los resultados no serán buenos. De allí que
resolviéramos ponernos a trabajar para educar a los
trabajadores, apoyarlos en la construcción de organizaciones clasistas y
luego todos juntos luchar por lo que es de justicia.
Es con esa convicción que nació la Central Clasista de Trabajadoras y Trabajadores.
Un ejercicio
de unidad de los que creen en los trabajadores como actor fundamental en
el desarrollo de la sociedad, una apuesta para buscar las salidas a la
postración y la desesperanza en la que han
caído muchos de nuestros hermanos y hermanas trabajadores.
El desafío
inicial de la recién constituida Central Clasista era articular su
estructura de dirección y desarrollar el proceso de elección universal
de sus dirigentes, tanto en Santiago como en regiones.
Luego de 8 meses de trabajo logramos un trabajo armónico y constante
en la dirección ejecutiva y nacional, además de articular un proceso de
elección universal que nos permitirá elegir al directorio nacional, la
directiva de la Región metropolitana e iniciar
el proceso de organización en la 8va, 9na y 12va regiones.
Si a eso
unimos el trabajo permanente de propaganda y comunicaciones, las salidas
regulares de agitación y educación sindical que se articulan en los
“Puntos Clasistas” y las actividades de conmemoración
de luchas obreras, no podemos sino sentirnos satisfechos.
La Asamblea
Nacional del 22 de marzo dio el vamos al itinerario para el proceso de
elección universal y con posterioridad el 22 de Abril se constituyó la
Comisión Electoral, entidad que deberá velar
por el correcto desarrollo del proceso electoral, a realizarse entre
los meses de Julio y Agosto de este año.
La primera
labor de esta comisión fue tomar conocimiento de la información
entregada por la Tesorería en cuanto a que organizaciones estarán
habilitadas para votar así como la cantidad de asociados de
las mismas.
Y es que el
pago mensual de las cotizaciones es el único instrumento que valida la
participación y la acción de cada una de las afiliadas. Durante este mes
de mayo la comisión electoral dictará las pautas
y normas para la inscripción de candidaturas y luego se entregará el
cronograma con fechas y lugares de votación para que el clasismo
organizado proceda a votar y elegir a sus dirigentes. Llegamos con 240
sindicatos y 20.000 y algo más de afiliados, por lo
que lograr una participación del 50% o más de los votantes será un gran
paso adelante.
Se avanza y eso será siempre importante.
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Este primero
de mayo nos mostró que vamos por el camino correcto, pues en torno a las
banderas del clasismo se unieron decenas de organizaciones sociales y
políticas.
En la marcha
clasista participaron las enseñas de trabajadores de la empresa privada y
públicos, pobladores, estudiantes básicos, secundarios de institutos y
universitarios, feministas de clase, pueblos
originarios, junto a las banderas de muchos partidos y movimientos
políticos.
Todos unidos en torno a las demandas de la clase.
Por eso la represión fue más descarada y dura que otros años.
No pudieron
minimizarnos con la censura, no pudieron negarnos las calles pese a las
campañas del terror. Ni siquiera consiguieron que los trabajadores se
fueran a la marcha preferida de las autoridades
de gobierno.
Han dicho “allá liderazgos y objetivos claros, acá destrozos y caos” y para ello no escatimaron esfuerzos.
Cientos de
carabineros hostigándonos desde la partida, registros y requisas. En
cada calle que da a la Alameda entre Brasil y Matucana efectivos
policiales como en dictadura, prestos a gasearnos con
lacrimógenas, mojarnos y darnos de palos porque si no más.
Como si con ello nos fueran a quitar las ganas de luchar.
Este año
reaparecieron los provocadores e infiltrados. Bien equipaditos y con su
vestuario oscuro, destruyendo con fierros y martillos todo lo que tenían
a su paso, a vista y paciencia de los policías.
Cortaron la
marcha, se enfrentaron con nuestros compañeros y compañeras que les
increparon, estuvieron siempre recibiendo ordenes de 1 0 2 tipos que
tenían claramente definido su plan y lo cumplieron
a la perfección.
De dónde vienen? Serán, como describió Edgardo Marin en El Mercurio de mayo de 2018 “los
que van a las marchas no para luchar por algo o contra
algo, sino a romper. cualquier cosa: una luminaria, un semáforo, una
cabeza, un vehículo. La cosa es romper. Me dicen que muchos de estos
encapuchados se suben después de los destrozos a los buses policiales
ordenadamente, pues serían policías de civil.
Esto tampoco sorprende a la ciudadanía, que los creen capaces de hacer
cosas peores de las que hacen de uniforme”
El alcalde de
Santiago y la Intendente nos han invitado a dar la cara y es bueno que
sepan que nunca la hemos ocultado. Ellos nos culpan de los desmanes y
destrozos, pero lo hacen por una orden de gobierno
pues tienen muy claro que no tenemos nada que ver.
¿Será posible
que junto a las policías revisen todas las cámaras que están instaladas
en la Alameda para “protegernos de la delincuencia” e identifiquen de
una buena vez a los que provocan el caos?.
Dirigentes
sindicales y marchistas nos han dicho que los jefes de “los gurkas”
actuaron a rostro descubierto y con tanta tecnología disponible a la
autoridad no le costaría nada dar con los responsables.
Reprimieron
los carabineros como en dictadura, provocaron descaradamente las
carabineras de quienes tenemos sus nombres por si la autoridad de verdad
quiere iniciar una investigación. Y por último y
para que nadie se confunda, el incendio de la tienda comercial se
produjo en el sector más copado de carabineros, donde actuaba en guanaco
y se lanzaron decenas de lacrimógenas.
Y pese a todo
logramos sacar adelante nuestra conmemoración y también se logró el
objetivo en Talcahuano, el sindicalismo clasista vive y se irradia por
todos los sectores.
La tarea recién comienza.
MANUEL AHUMADA LILLO
Secretario C.G.T. CHILE
Presidente Central Clasista de Trabajadores y Trabajadoras