Esta
quincena está marcada por la lucha heroica que dieron hace 110 años los
trabajadores en Santa María de Iquique. Momento suficiente para sacar
lecciones y decidirnos a buscar las respuestas, que permitan a la clase
trabajadora jugar su rol liberador.
Por eso entregaremos a contar de este Pulso un trabajo por etapas relacionado con lo que llamamos “sindicalismo clasista”
POR UNA ORGANIZACIÓN CLASISTA DE TRABAJADORES
Según diversas definiciones el sindicalismo es “un sistema que se ocupa de representar y velar por intereses de los trabajadores frente a los empleadores”, estableciendo además que ”el sindicato es “la entidad a través de la cual hace efectiva su labor”. https://www.definicionabc.co m/social/sindicalismo.php
En
palabras nuestras, el sindicalismo es la acción de defensa ante los
abusos y el sindicato el instrumento con el que los trabajadores
representan, ante la patronal, sus demandas y aspiraciones.
A su vez el concepto clase obrera, clase trabajadora o proletariado “designa al conjunto de trabajadores que, desde la revolución industrial, aportan básicamente el factor trabajo en la producción y a cambio reciben un salario o contraprestación económica, sin ser propietarios individuales de los medios de producción.
Se contrapone así a la clase capitalista o aquel sector social que acapara el capital” https://es.wikipedia.org/wiki/ Clase_obrera
De
la misma manera que en la primera definición, podemos decir que la
clase trabajadora es aquella que sin ser propietaria de las empresas y
de los que estas tienen, trabaja para ellas y recibe una compensación
económica que regularmente no guarda relación con todo el esfuerzo que
hace el trabajador.
EL SINDICALISMO, LOS SINDICALISTAS DE CLASE
¿Porque
comenzar con estas definiciones, tomadas desde el internet y que por lo
mismo son de uso común, tanto para los trabajadores como para sus
familias?
Simplemente
como una forma de atacar desde la raíz los miedos y los temores que
expresan muchos trabajadores, cuando se llega a ellos con un discurso
de “sindicalismo clasista”.
No
se trata del invento de “algunos izquierdistas extremos” como suelen
decir quienes temen a toda posición clara y concreta de los abusados en
sus derechos.
Tampoco
de un discurso trasnochado sobre cosas que ya no existen. Se trata
simplemente de la verdad, una verdad incómoda para muchos, pero
absolutamente vigente.
El
Sindicato o la organización que reúne a los trabajadores en torno a sus
aspiraciones más sentidas, debe ser siempre un instrumento de defensa y
de propuestas.
Defender
los derechos de los trabajadores es más que un deber, es una obligación
que tiene que hacer suya cada dirigente. Y no se trata solo de defender
aquellas leyes que existen – que si han llegado a ser leyes, y aunque
algunas apenas ayudan, es porque hubo trabajadores organizados exigiendo
respuestas – sino también de hacer propuestas que dignifiquen la
condición de los asalariados y de sus familias.
Esa y no otra es la obligación de la organización, de sus dirigentes y de sus asociados.
Ser clasista, entonces, es asumir con propiedad en qué lugar de la cancha se está jugando. Entender
que no todo se solucionará con modificaciones legales o algunos
beneficios en los instrumentos colectivos. Es saberse parte de un sector
social que ha sido discriminado históricamente. Es entender que a
nosotros nos corresponde construir una nueva sociedad, en la que
nuestras familias puedan vivir dignamente.
Ser
clasista es sentirse orgulloso de estar en el lado de la clase de los
trabajadores. Es asumir que nuestro adversario es el capital y que a
este no se le derrota solo con palabras, que es fundamental la
organización. Esto y más es ser un sindicalista de clase.
EL ORIGEN DE LO QUE VIVIMOS HOY
Como
explicarlo sin enredar en exceso a quienes se resisten o no alcanzan a
conocer sobre los orígenes de sus sufrimientos? Vamos a intentarlo.
En
la segunda mitad del siglo XVIII comenzaron a construirse las primeras
máquinas para la industria textil. La utilización del agua y el carbón
para nuevos fines provocó grandes cambios, los que se extendieron a
otras áreas de la industria. Se construyeron vías férreas, carreteras.
Comenzó la producción en serie de artículos de todo tipo.
Así avanzó por toda Europa la revolución industrial.
Fue
relegado a puestos secundarios el artesanado. Millones de seres humanos
comenzaron a migrar desde el campo a la ciudad, las que comenzaron a
crecer rápida y desmesuradamente. Muchos de los que llegaba a estas no
tenían donde vivir. Fueron atacados por pestes y enfermedades varias,
ante la carencia de mínimas de normas de higiene. Los obreros recibían
salarios miserables por largas jornadas de trabajo, debiendo emplear a
mujeres e hijos para alcanzar algún sustento para la familia.
Apenas lograban sobrevivir.
Habían
nacido los patrones y los proletarios, como antes existieran el señor y
el siervo, el esclavo y el amo. 3 etapas de la historia de la humanidad
que están marcadas por un patrón común.
En cada una de ellas, abusos, explotación, carencias, dolores para los abusados.
Sin
embargo, con la instalación del capitalismo el ser humano adquiere otra
condición. Ahora es libre de vender su “fuerza de trabajo”. Nadie lo
obliga a prestar servicios a un patrón y sin embargo el maltrato está
igual o peor que en su condición anterior de siervo y esclavo. Cambió la
condición, más no la forma de vivir de millones.
Con
la instalación de las maquinas, la irrupción del capital y la aparición
del patrón, el hombre es libre de vender algo que posee – la capacidad
de pensar y actuar con su cuerpo – sin embargo sigue siendo maltratado.
Pausa
necesaria entonces para explicar que no es un invento de disociadores
la afirmación de que existe explotación, que no es una fantasía decir
que existen clases sociales.
Es
una verdad indesmentible que los menos son dueños de la mayor cantidad
de bienes y recursos económicos, en desmedro de los más.
Cierto
es que esto comienza a mediados del 1700 y que las condiciones en que
vivían los trabajadores y su grupo familiar hoy se ven lejanas, como un
mal sueño.
Sin
embargo no podemos olvidar ni por un momento que, si hubo avances, fue
producto de las luchas que dieron los mismos trabajadores.
Viviendas
dignas, jornadas de trabajo adecuadas, sueldos mensuales,
alcantarillado y agua potable, electricidad, eran las exigencias del
proletariado naciente.
Nada
les ha sido dado a los trabajadores y sus familias. Si lograron lo que
lograron fue por que pudieron constatar que estaban siendo explotados y
encontraron la respuesta para responder a ello. Se reconocieron clase y
se organizaron para confrontar a su contraparte.
¿Queda claro por qué decimos que somos parte de una clase?
¿Se
entiende nuestra afirmación de que los trabajadores deben darse una
organización que, considerando lo que sufren y viven, sea capaz de hacer
propuestas y luchar por ellas, sin renunciarlas ni acomodarlas a los
gobiernos de turno?
LA FUERZA DE TRABAJO
Previo
a seguir vale la pena analizar este concepto, ya que en la medida que
el trabajador lo maneja aprende a mirar de manera diferente el mundo en
el que vive.
“Según Marx, la fuerza de trabajo es la
capacidad de trabajo del trabajador, empleada en el proceso de trabajo
que, junto con la materia objeto de transformación y los medios de
producción, forma parte de las llamadas “fuerzas productivas”. La fuerza
de trabajo debe distinguirse de su rendimiento, materializado en el
objeto de la producción, al que se denomina “trabajo realizado”.
En el trabajo realizado hay “algo más” que en
la simple fuerza de trabajo (que es lo que se retribuye): hay una
plusvalía (que crea el trabajador con su fuerza de trabajo, pero que se
apropia el capitalista). “La fuerza de trabajo añade constantemente al
producto, sobre su propio valor, una plusvalía que es la encarnación del
trabajo no retribuido” (El capital, t. 11, cap. VI.).”
En
tiempos de la esclavitud y del feudalismo el hombre no era libre. Él y
su capacidad de trabajar le pertenecían a un dueño, quien disponía para
sí de todo lo que el hombre hiciera. Cuando vino la revolución
industrial el capitalista necesito del obrero para hacer funcionar las
maquinas, pero no lo podía obligar, como en tiempos anteriores.
En
el capitalismo el trabajador es dueño de su inteligencia y de su fuerza
física (es lo que llaman fuerza de trabajo) y viene en suscribir un
acuerdo con el dueño del capital para venderle fuerza de trabajo.
Lo que el patrón paga por esa fuerza es lo que le permite al dueño de la misma (el trabajador) alimentarse y reproducirse.
El
producto que genera la fuerza de trabajo del hombre se llama mercancía y
tiene un precio mayor que lo que se paga por la fuerza de trabajo.
La diferencia entre una y otra es la ganancia, de la que se apropia el patrón.
HAY CAMBIOS PERO TODO SIGUE CASI IGUAL
Ciertamente
mejoraron las condiciones, el abuso en estos tiempos es menos visible
pero no por ello dejó de existir. Simplemente está mejor disfrazada la
explotación.
Ya
ni siquiera se llama trabajadores a los proletarios, se les dice
colaboradores, integrantes de una gran familia. Y sin embargo sigue
siendo evidente que del resultado del proceso de trabajo, solo el patrón
disfruta.
Es
el patrón quien se apropia de toda la ganancia (también llamada
plusvalía), mientras el trabajador debe vivir endeudándose, tomando
créditos para satisfacer sus necesidades y las de su grupo familiar.
¿Cuál es entonces la diferencia entre lo que se vivía en los primeros
decenios de la revolución industrial y ahora?
En
el siglo XXI los trabajadores están menos conscientes del rol que
cumplen en la sociedad. Han perdido la capacidad de luchar por lo que
les pertenece, parecen desconocer hasta sus derechos básicos como
disfrutar de las ganancias generadas con su trabajo, vivienda, salud y
educación para sus hijos, un medio ambiente sano y un sinfín de otras
necesidades.
Es
momento de romper esta inercia malsana. El trabajador debe luchar por
lo que merece y para ello requiere de organización. Organización de
clase.
Organizarse para luchar por lo que se necesita no es un delito. Es un deber irrenunciable.
CONTINUA EN EL PRÓXIMO PULSO SINDICAL
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente C.G.T CHILE