Pocas
e intrascendentes han sido hasta las declaraciones respecto de las
muertes de Alejandro Castro y Luis Araya, 2 de muchos trabajadores que
pierden la vida en sospechosas y dolorosas circunstancias. Salvo
honrosas excepciones, el mutismo incluye al movimiento sindical chileno
que se ha mantenido prácticamente al margen de ambos hechos.
Los
medios de comunicación han cerrado filas ante la versión oficial que
dice que Alejandro – dirigente pesquero – se suicidó en Valparaíso, sin
que hasta ahora se conozca el avance de las investigaciones para
explicar cómo es que tomó esa abrupta decisión, cuando estaba enfrascado
denunciando el asesinato silencioso de quienes viven en Quintero y
Puchuncavi, producto de la contaminación a la que han sido sometidas por
décadas ambas localidades.
Luis
era un chofer del TranSantiago que – como muchos de sus colegas – tuvo
la imperiosa necesidad de orinar lo que hizo situándose entre 2 buses,
siendo aplastado por uno de estos lo que le provocó la muerte.
Nuevamente
trabajadores cuya muerte parece no preocupar a nadie, salvo a sus
familias y una que otra organización, cuyas acciones de denuncia son
silenciadas por el sistema.
Ni
una sola reacción contundente, tampoco presencia masiva de
sindicalistas exigiendo respuestas (salvo la Central clasista en el
ministerio del trabajo).
No hay delegaciones “trasversales” (como les
gusta llamarse cada vez que coinciden el aceite y el vinagre) de
parlamentarios, pidiendo rápidas respuestas o creando comisiones que
investiguen los hechos.
Tampoco el gobierno exigiendo a las policías y a
los ministerios involucrados que se agilicen las gestiones, para
entregar a la opinión pública algo más que aspirinas, porque no es común
que vayan por allí las personas suicidándose o poniéndose al alcance de
un bus para ser atropelladas.
Alejandro
y Luis no son preocupación central de la mayoría de las organizaciones
sindicales ni tampoco sociales, ni de la oposición a este gobierno de
derechas, ni siquiera de Instituciones defensoras de la vida. Son solo 2
obreros, seres anónimos que no suman ni restan en los cálculos del
Estado, seres humanos que han dejado a sus familias casi totalmente
desprovistas de elementos de cualquier tipo, para enfrentar la dura vida
futura.
Muchos
más serán los que paguen tan alto precio mientras no contemos con
organización real y efectiva y eso, debemos reconocerlo de una buena
vez, es algo de lo que carecemos. De allí que las movilizaciones de todo
tipo tengan efímera visualización y efecto.
Ya al otro día nadie las recuerda.
Si
no queda organización real activa, sindicatos en el caso de los
trabajadores, las movilizaciones de cualquier tipo están destinadas a
servir de insumo para las negociaciones de los que están administrando
el poder. Nada más que eso.
Toda la discusión que se da para apoyar o no algo
que no nace de las bases – simplemente porque esas bases son mínimas y
generalmente inconsultas – no sirve de nada.
O construimos miles de sindicatos por todo el país, o las pautas las sigue dando el capital.
Bueno
y cuando planteamos estas cosas nos llueven improperios y
calificativos, la mayoría provenientes de las redes sociales o de
quienes desconocen el trabajo sindical.
Ni
una sola propuesta concreta y clara. Simplemente frases mal sacadas de
algún manual o deficientes parafraseos que lo único que hacen es
confundir.
Todos
tenemos que ir a visitar los sindicatos, pararnos en las puertas de las
empresas a distribuir nuestra propaganda, reunirnos con trabajadores y
dirigentes y explicar el rol de la organización sindical y la
negociación colectiva, desde la perspectiva de la clase.
Quienes
lo estén haciendo, fuerza y a multiplicar los esfuerzos porque hasta
ahora el avance es lento. A aquellos que se dedican solo a citar lo que
dijeron o dicen otros, no darles más valor ni bola que la que se
merecen.
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En la CGT por estos días estamos abocados a la elección de nuestro nuevo directorio para el periodo 2018- 2021.
Están votando en los sindicatos. Compañeros y
compañeras se pronuncian en sus lugares de trabajo por 11 de 13
candidatos, todos dirigentes de base. Desde Arica y hasta Punta Arenas
se han solicitado ministros de fe y se ha llevado a los trabajadores a
pronunciarse.
Aún hay muchos votos blancos – y es que no se
conoce a todos los que postulan – pero sin embargo van a votar y
preguntan y marcan el nombre de que sienten que les representará bien.
Ni partidos ni movimientos haciendo campaña,
ninguno busca un cargo descalificando a los demás postulantes. Todos
apuntan a elegir a quienes de mejor manera representarán a la
organización.
A esto me refiero cuando hablo de independencia y
autonomía, Esto es lo que yo entiendo por democracia y participación de
las bases.
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Hace
ya un buen tiempo que los trabajadores dejaron de creer en la
propuestas de parlamentarios y gobiernos, cuando de mejorar las normas
laborales se trata. Prueba de este desfase entre ambas partes son las
deficientes normas laborales aprobadas, reformas que poco o nada tienen
que ver con las aspiraciones de los asalariados.
Por
eso llama la atención la presentación de un proyecto ley que tiene como
base el aumento de las vacaciones anuales en 5 días, además de
disminuir la jornada a 40 horas semanales.
Preocupa
que se presente un segundo proyecto para disminuir la jornada laboral
(no olvidar que ya en abril de 2017 la diputada Vallejos presentó un
proyecto similar por la jornada semanal) y que de ambos muchas
organizaciones solo nos enteramos por la publicación en los medios de
comunicación.
Llama la atención que se estén presentando
proyectos de ley para una cuestión tan importante como disminuir la
jornada de trabajo y haya sido el propio parlamento – en el que ejercían
algunos de los proponentes de esta disminución de la jornada o había
representantes de sus partidos – el que hace solo algunos años aprobó
una jornada de 60 horas para los trabajadores hoteleros y de 8 horas
diarias para los trabajadores de restaurantes, jornada que puede estar
cortada hasta por 4 horas (en pocas palabras, trabajadores cautivos por
12 horas al día).
Sin
duda que debe ser seguida con atención cualquier propuesta que busque
mejorar en algo la condición de los explotados, pero no puede ser a
costa de pretender que los trabajadores comulguen con ruedas de carreta.
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Uniformados
dados de baja por coludirse con delincuentes, uniformados detienen a
jóvenes y adultos en algún lugar de Chile y luego se pierde la huella a
de los detenidos.
Delincuentes
compran armas de manos de personal activo de las fuerzas armadas las
que luego son puestas a la venta con un desparpajo que asombra.
Peligroso
delincuente detenido luego de comprar ametralladora, explosivos y
granadas, su proveedor un funcionario activo de las FFAA, el delincuente
ya tenía una lista de pedidos que satisfacer.
Decenas,
centenas, miles de millones ingresados a la mala a bolsillos de
carabineros, personal del ejército y otras ramas de las fuerzas armadas,
y un largo etcétera.
¿Cómo
se entiende que se siga vendiendo el manido discurso de que las
instituciones funcionan, que los casos de corrupción son aislados y que
quienes se pongan al margen de las leyes recibirán severas sanciones?.
Seguro
todo terminará como con los PENTA y tantos otros servidores públicos, o
lo que pasa con Garay que se echó miles de millones al bolsillo
estafando a decenas de incautos, a quien no le va a salir nada de caro
haber estafado.
Para
terminar con esto se requiere organización desde la base, independiente
y autónoma, de lo contrario nos seguirán metiendo el dedo en la boca.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente C.G.T. CHILE