El
30 de Octubre falleció el trovador uruguayo Daniel Viglietti, uno de
los grandes autores y cantores de este pueblo en lucha, de aquellos que
se la jugaron toda por la causa de
los más desvalidos, los sufrientes, el pueblo abusado y explotado.
Un
uruguayo patriota e internacionalista, contemporáneo de Benedetti,
Zitarroza y de tantos que con su canto y poesía, nos dejan claro que no
nos equivocamos al elegir el camino
por el que transitamos.
Pero
también quiero hablar de una compatriota de Viglietti, que muy pocos
han de conocer. Estuvo por años en nuestro país trabajando como garzona
en diferentes establecimientos.
Dueña de una sonrisa acogedora, cumplía a cabalidad con las normas de
la vieja escuela del servicio de mesas. Capaz de sacar una sonrisa del
que descansa un rato de sus problemas, dar una opinión si le es
solicitada y sugerir lo mejor de la carta diaria.
Honrar
la memoria de la compañera Juana A. Osorio Viera, quien falleció
acompañada de su familia en Uruguay. Les abrazamos a todos a la
distancia.
Una trabajadora, como muchas que se la juegan día a día y que nunca deben ser olvidadas.
Este
Pulso comienza a ser preparado para despacho algunas horas antes de que
se repita una ceremonia que, de tan repetida en forma y fondo, no
ofrecerá mayores sorpresas en su resultado
final.
Quien
se cruce la banda presidencial al final del actual proceso electoral,
será el fiel reflejo de lo que hemos vivido en todo este tiempo de
“democracia”. La respuesta a los anuncios
y promesas de campaña, serán finalmente leyes deslavadas que solo
maquillaran el sistema de explotación capitalista en el que vivimos.
Cualquiera sea el resultado final en presidenciales y parlamentarias,
tengan la certeza que las cosas se mantendrán prácticamente
sin variación.
No
verán luz aquellas propuestas que se hicieron para captar votos y a lo
más, se culparan unos a otros por no lograr avances. Es la mala
política, la putrefacta y mala política.
Solo
es posible augurar un futuro distinto, si los que votaron se deciden a
fiscalizar a quienes eligieron, sancionando el incumplimiento y los que
no votaron materializan su discurso
de combatir al enemigo histórico con hechos concretos.
En
la trinchera que usted haya estado - votante, abstencionista, nulo o no
participante – ya no hay más que hacer. Es hora de salir a construir la
alternativa real.
Organización
desde la base es la tarea y de esto nadie puede quedar al margen.
Sindicatos y otros instrumentos de organización de trabajadores y
ciudadanos deben ser la respuesta
de los abusados. En el colegio, el barrio y los lugares de trabajo,
todos debemos organizarnos.
Cuando
demos este paso, vital para romper con el individualismo, podremos
pasar a una nueva etapa que es la de incidir de forma efectiva en los
destinos del país.
Lo
que pasa ahora no es culpa nuestra, así lo planificaron los que se
reparten el poder incluso desde antes de la dictadura. Es lo mismo que
se vivía cuando el voto era obligatorio.
Es la desesperanza la que nos está ganando, ese es el adversario a
derrotar.
Ellos,
los dueños del poder, utilizan todos sus instrumentos para decirle a
nuestro pueblo que les corresponde dictar las pautas y el pueblo,
incauto y desinformado, les cree.
Pamplinas.
Si nos dedicáramos a educar a los que están privados de todo, seguro
que la cosa cambia. La cuestión es entender que educar es conversar con
los ciudadanos en sus lugares
de trabajo, las estaciones de Metro y los buses, en los barrios y los
colegios.
Publiquemos
boletines, periódicos, usemos el internet, las redes, para mostrar que
implica construir una sociedad más justa para vivir.
El
mal sistema permanecerá vigente y activo mientras nos dediquemos solo a
lamentarnos de lo mal que está todo. Es la gran lección que hay que
sacar para no volver a tropezar con
la misma piedra.
Cuando
detuvieron a los hijos de Sebastián Acevedo Becerra el 9 de Noviembre
de 1983, pocos fueron los que levantaron la voz para condenar esta
atrocidad, una más de una dictadura
perversa a la que algunos como Kast le rinden tributo.
Sebastián
Acevedo se sabía solo, pero eso no lo amilano. Durante dos días golpeo
las puertas de cuartes exigiendo una respuesta, exigía la libertad de
sus hijos. No tuvo respuesta.
El
11 de noviembre, en las puertas de la catedral de Concepción, roció su
cuerpo con combustible y demandó a voz en cuello, por última vez, la
libertad de sus hijos. Al silencio
respondió con una chispa que inflamó sus ropas y se inmoló. Entre
gemidos y gritos su cuerpo fue cubierto por las llamas. Horas después
sus hijos aparecieron con vida.
Sebastián
Acevedo dio su vida por encontrar a sus hijos, no pudo conversar y
vivir con ellos, pero su ejemplo debe motivarnos a darlo todo por
aquello en lo que creemos.
El
mejor homenaje a este héroe popular debe ser, sin duda, luchar con
todas las fuerzas y sin medir las consecuencias por aquello en lo que se
cree.
Y
así como honramos a los que cayeron, no podemos dejar de recordar a
todos los que durante toda su vida se la jugaron por convencer a los
trabajadores de que había que organizarse
y pelear unidos, si es que se quería un futuro mejor.
Clotario
Blest Riffo fue uno de ellos. Nacido un 17 de noviembre de 1899, desde
muy joven se empecino en buscar respuestas a la clara diferencia de
clases que imperaba en el país
y a buscar la forma de explicar a los explotados que habían mecanismos
para vencer al que sojuzgaba.
Trabajador
público, promovió el deporte, el estudio, la solidaridad, la entrega
sin límites y logró ser parte importantísima en la construcción de la
Central Única de Trabajadores
de Chile.
Nunca
dejó de decir lo que pensaba, así se hiciera de enemigos. Campeón de la
unidad, se encargó de dejar claro que antes que la pertenencia a un
partido o movimiento, los trabajadores
debían hacer sus máximos esfuerzos para construir, sostener y
engrandecer la organización que los cobijaba.
Por
el recuerdo y la memoria, porque ninguna lucha a favor de los
trabajadores es una pelea perdida, porque tenemos claro que la legalidad
más que ayudar se transforma en una camisa
de fuerza si nos ceñimos a ella como un dogma, por eso y más es que
apoyamos e incentivamos la organización de la clase trabajadora.
Es
cierto que a los trabajadores aún les complica el concepto clase, que
no logran ver que el lobo aunque vestido de oveja sigue siendo el
depredador de siempre, pero debemos perseverar.
¿Quién
dijo que sería fácil explicar a los abusados que es y cómo daña el
capital, como afecta a sus familias y a toda sociedad?
Es
una pelea de largo aliento y cuando podamos constituir la Central
Clasista de Trabajadores, solo estaremos dando el primer paso.
Tengamos claro que deberemos caminar mucho tiempo hasta hacer de la clase un actor a considerar.
Adelante
pues, que queda mucho trecho por cubrir, derribemos las barreras del
sectarismo y hagamos de verdad la unidad, para que así la clase pueda
reconocer, sin duda alguna, donde
están los que la defienden y se la juegan por ella.
Así de grande y hermoso es el desafió.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente C.G.T. CHILE