Llega
un momento en que cuesta expresar algunas cosas. Un tiempo en que la
pérdida se superpone a la urgencia de la denuncia y del reclamo, y
aunque debiese alzarse mas que nunca la voz para dejar claro al menos
que no todos estamos comulgando con ruedas de carreta, el dolor te
silencia y no puedes articular como quisieras.
No
es una frase cliché esa de que “a todos nos llega la hora”. Es una
dolorosa certeza, cuyo peso logramos percibir solo cuando nos toca. Y
siempre que lo vivimos nos desarma, dejándonos sin reacción por algún
tiempo. Por eso la demora de este Pulso.
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La vida de los sindicalistas es dura.
Son
tantos los que debieron renunciar a alegrías, descansos y felicidades,
por que no tenían tiempo o no supieron hacérselo para estar con los
suyos. Algunos ni siquiera pudieron constituir un hogar porque fueron de
ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, invitando a los trabajadores a
reunirse, enseñando los derechos básicos del ser humano, soportando
hambre, frío y a veces hasta la indiferencia. Hay de aquellos que
dependían de ciertos ingresos y debían partir para donde determinaran
los jefes.
No
supieron de días de descanso ni tuvieron jornadas dignas de trabajo.
Casi nunca se les preguntó como estaba su familia y menos se interesaron
de verdad por su salud mental y física. Solo importaba que llegaran a
donde eran enviados.
Paradoja
de la vida. Iban por la patria difundiendo el mundo mejor al que deben
aspirar los que luchan, pero carecían de elementos mínimos para asegurar
ese mundo nuevo a los suyos.
Se
exigieron y se les exigió todo el tiempo y sin embargo a muchos ya se
les estaba olvidando antes de que cayera la última palada de tierra
sobre su féretro.
Escribo
sin mucho orden y con pena. Y es que se ha ido otro de los nuestros y
la mejor manera de recordarlo es por este camino. La escritura.
Se
fue el último de esa escuela de viejos obreros gastronómico- hoteleros,
que se dieron a la tarea de formar a quienes llegábamos desperdigados y
con el ala algo caída a la sede de calle Nataniel 415 a principios de
los 80 de siglo XX.
Lavaplatos,
aseadores, coperos, ayudantes de garzón, cajeros. Cumplíamos los mas
diversos oficios en distintos establecimientos de Santiago pero al salir
del turno nos hermanaba el cariño a la clase trabajadora. Por eso
llegamos a la sede de la CTGACH.
Lara,
Arqueros, Lira, Font, Rosales, nos reforzaban algunos conocimientos del
oficio al mismo tiempo que nos adentraban en la riqueza de la historia
de la clase. Compartieron con nosotros sus anécdotas y chascarros y
reímos de buena gana, mientras afuera la represión no cesaba y seguía
costando construir organización. Nos daban fuerza.
Fuimos
con ellos a marchas no autorizadas, tiramos panfletos desde algunos
edificios, repartimos el boletín sindical a la salida de las empresas y
una noche cantamos, emocionados hasta las lágrimas, el canto a la pampa
en el Cariola, junto a millares de luchadores. Uno de estos maestros era
el “Cheño”, como le llamaba su hijo menor.
Por
eso lamento la partida de Arsenio Angulo Hernandez. Me duele haber
estado lejos de él estos últimos años. No debimos permitir que se
sintiera viejo, que creyera que no servía. Teníamos que haberle exigido
que nos visitara, nos ayudara a formar a algunos jóvenes que se preparan
para ser los relevos. Que nos recordara de nuevo como se preparaba una
mesa imperial y como se hace el mejor pisco sour.
Viejo
Arsenio, compañero querido, te pido perdón por los que no fueron a
despedirte, por los que no se han dignado preguntar si la funesta
noticia es real.
Hiciste
escuela con los demás viejos y modestamente los que aquí seguimos hemos
intentado seguir vuestro ejemplo. Lo cierto es que las banderas siguen
arriba y que el sueño de la sociedad nueva, esa de trabajadores, sigue
guiando nuestro trabajo. Hasta siempre amigo.
Un
día antes de la partida del compañero Angulo nos reunimos los tozudos
de siempre a recordar el natalicio 140 de Luis Emilio Recabarren
Serrano. Las expectativas de asistencia se vieron superadas e incluso
vivimos un chascarro de antología que rompió la solemnidad del momento y
nos dejó claro que somos seres humanos, llenos de fallas pero también
de virtudes. Aflordicio y todos los que estábamos allí, una vez pasado
el susto inicial reímos de buena gana. Y es que desde ahora en adelante
tendremos 2 buenas y grandes razones para asistir al cementerio general a
honrar al maestro, cada 6 de julio.
Luchadoras
y luchadores sociales de los que casi nadie se recuerda, sindicalistas
que dieron hasta lo que no tenían afirmados en la convicción de que
vendría un mundo distinto, más justo y digno, a lo menos merecen que se
les recuerde. Se trata de seres humanos, los más claritos entre sus
pares, a los que hay que honrar por que marcaron el camino. Hasta ahora
mas olvido que memoria.
Pero no importa, mientras uno solo les mencione y recuerde no habrán pasado en vano.
Por
eso es que no se puede ser neutro cuando se conocen noticias como esa
que indica que un ex dirigente sindical, hoy transformado en
parlamentario, recibió dineros de su adversario de clase para cimentar
su carrera de legislador. ¿Con que moral, con que cara mirará a los ojos
a quienes lo eligieron?
No
se puede guardar silencio, por que significaría complicidad, cuando los
que usufructuaron la vida entera del titulo de preocupados de la clase,
la traicionan mañana tarde y noche. ¿Y como explicar a los
trabajadores que los caraduras en el parlamento y en el sindicalismo han
guardado silencio ante el miserable ingreso mínimo pactado para los
próximos 2 años?
Entró
y salió del hotel-cárcel habilitado para militares el ex comandante en
jefe del ejército J.E. Cheyre y lo que mas preocupa a algunos es que se
estén removiendo cuestiones que puedan inquietar a los militares. Como
si alguna vez en este país se hubiese hecho justicia y castigado como
corresponde a los asesinos y sus cómplices (que no están solo entre
militares).
El
caso de la jubilación de la ex esposa de O. Andrade es una situación
anómala, sin duda una pensión que supera por lejos la del común de los
ciudadanos. Pero no es un problema de Andrade y ni siquiera de su ex, es
un problema de la sociedad construida, es un resultado lógico de esta
política de los acuerdos del para ti y para mi, creada y desarrollada
por la Concertación y continuada por la Nueva Mayoría.
Lo
que hace falta es un sistema de pensiones que dignifique a quienes
dejan de trabajar, una pensión mínima de monto al menos igual a un
ingreso mínimo. Como se construye, como se consigue? Creo que debemos
hacer algo mas que marchar.
Trabajadores,
todos los que nos friegan están de acuerdo, no piensan en nuestros
derechos, ni en nuestras demandas ni en nuestras necesidades. Porque
seguir creyendo que ellos van a darnos las soluciones?. La salida a la
crisis está en nosotros mismos, es cosa de comenzar a organizarse y
establecer las prioridades.
Una
nueva sociedad se hace necesaria, para que se construya de verdad deben
estar en su construcción los mas necesitados. De lo contrario todo
seguirá igual.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente C.G.T. CHILE