pueblo es recurso político, y no falta algún panuo que venga a la población,
y que hablando por el pueblo, en un discurso bonito arregle la situación.
Pero eso es lo menor, el mentir es profesión…”
Leña Gruesa, Quelentaro, 1969
El
pueblo siempre ha sido el instrumento en el que se apoyan los
tránsfugas y demagogos, que de tanto en tanto necesitan darse un barniz
de humildad. No solo para no verse tan lejos de las masas populares sino
también para confundirlas, porque aún y pese a tanta mierda estas masas
de cuando en cuando intuyen su origen y su rol en la sociedad, e
intentan combatir al sistema que las oprime.
Porque,
seamos claros, las clases gobernantes y sus representantes y otros que
bien bailan, han prostituido al pueblo. Lo hicieron dependiente de las
migajas que les arrojan, de los bonos y de cuanta dadiva se les ocurre
entregar en tiempos electorales y también cuando la crisis del modelo es
demasiados evidente y necesita retoques urgentes.
Los
detentadores del poder y quienes aspiran a sucederles, acostumbran a
apelar a la confianza del pueblo a través de lacrimógenos discursos. Se
puede ver a las autoridades, todas ellas sin excepción, meter las
patitas a la tierra o el barro, bailarse una cumbia, una cueca o lo que
les pongan, tomar niños en brazos, abrazar a los más humildes, quienes
les tienden sus manos a ver si tocándolos se les pega algo de buena
fortuna.
Ellos
son parte del pueblo dicen en sus discursos y muchas veces el pueblo
les cree y se friega. Ejemplos de aquello tenemos de sobra y no debemos
olvidarlo.
Sin
embargo y hasta el golpe de estado de 1973, tal actuar era más propio
de la derecha capitalista y oligarca y otros iguales a ellos, aunque
algo más cuidadosos en su decir y actuar y que se llamaban de centro.
Su
contraparte, la izquierda, recorría el país promoviendo la
organización, apoyando tomas de terrenos y huelgas, exigiendo más salud y
educación para todos. Se sacaban la cresta junto a los más pobres y
necesitados. No todos, pero si la inmensa mayoría.
Fue
el avance en el bienestar de los más necesitados de entonces, lo que
puso en alerta a la derecha y al centro golpista. Fue el aumento de la
organización popular lo que llevó a los poderosos a dar el golpe de
estado, a detener, torturar, matar y desaparecer.
Y
aún así y pese a los dolores, comenzó la rearticulación popular, se
organizó la rebeldía y se fueron ocupando los espacios por tanto tiempo
vedados.
Fue el momento para actuar de los camaleones y lo ocuparon muy bien.
El tiempo no pasó en vano. Muchos luchadores de antaño volvieron cambiados del exilio, olvidando propuestas y sueños.
El
pueblo ya no era un actor a considerar, simplemente una compañía que no
se podía rechazar a riesgo de aparecer demasiado cerca con la derecha.
Se
hicieron del gobierno y ocuparon en el parlamento los espacios que
habían negociado, previa oferta de una alegría que hasta ahora no
aparece, Las leyes prometidas a la población no avanzaron, porque así lo
estableció el pacto con el pinochetismo y porque nunca las sintieron
como propias.
Infiltraron,
compraron conciencias, entregaron compensaciones a algunos que en
sordina las pedían. Anestesiaron al pueblo y lo convencieron de la
imposibilidad de recuperar lo perdido.
Dividieron
las organizaciones sociales y sindicales, corrompieron dirigentes,
instalaron mesas de dialogo y conversación social que no sirven para
nada mientras no haya equivalencias mínimas entre quienes participan de
estos falsos instrumentos.
Sobre
esta realidad debemos construir y aquellos que comienzan a abrir los
ojos y pretenden erigirse como guías de los desencantados, harían muy
bien explicando primero por que guardaron silencio por tanto tiempo ante
lo que era evidente y hoy aparecen sacando la voz y dando pautas del
que hacer futuro.
Lo
contrario simplemente será seguir mintiendo a nuestro pueblo y tengan
la certeza, los que lo hacen, que tarde o temprano deberán comparecer y
explicar su actuar.
Este Febrero 2016 no ha sido distinto de los anteriores y es reflejo inequívoco de la profundidad de la crisis.
Las
sedes sindicales apenas si funcionan o lo hacen de medio tiempo, no hay
trabajo de propaganda y los trabajadores son echados a la calle sin que
a nadie parezca importarle. Ni una sola nota de prensa para las
opiniones y acciones de denuncia del movimiento sindical,
particularmente la opinión sobre las reformas laborales expuestas por la
CGT el CIUS, aunque debemos ser honestos y reconocer que muy poco se
ha hecho por romper esta tendencia. Esto los abusados en sus derechos lo
perciben y es por ello que aun se resisten a organizarse. O cambiamos
de actitud o no avanzaremos.
Febrero
en Chile es festival, lo que a su vez es sinónimo de banalidad,
estupideces varias, dimes y diretes de personas con un bajo nivel
intelectual y pobre vocabulario, que suelen llamar la atención por
osadas y torpes actuaciones que ocupan primeras planas, transformándose
en tema de discusión mientras a nuestro rededor todo se derrumba.
Por
lo mismo no puede soslayarse el actuar de algunas personas que sin ser
humoristas han hecho uso de los casos de corrupción, conflictos de
intereses y un cuanto hay que se ha vivido, para conseguir la aprobación
y la risa franca de quienes los escuchan.
Y sin embargo me queda la impresión que a esto le falta algo.
¿Por
que estos acuciosos observadores de la realidad nacional, no le han
dicho a la población, que tales conductas oprobiosas se mantendrán si no
reacciona para eliminarlas?
Nadie
puede obviar que si las cosas están como están, obedece en parte a
nuestra pasividad y falta de reacción. Seguirán presentándose casos como
los PENTA, CAVAL, SQM y si alguien cree que todo se soluciona con la
acida critica de uno u otro comediante, está en un profundo error.
Solo la movilización organizada produce los cambios. Que no se olvide.
Aumentó
el valor del pasaje del Metro en $ 20 en hora punta. Algunas decenas de
personas manifestaron invitando a la evasión, misma evasión que silente
se aplica desde hace mucho tiempo en los buses del Transantiago.
Mi impresión es que este no es el camino, al menos no así como se viene haciendo.
No
se avanza mucho evadiendo individualmente el pago, mientras se mantiene
el consumismo obseso, el desprecio por los demás y los excesos de todo
tipo.
No
basta tratar de pasar colado en los pagos de la movilización, es
imperioso, fundamental entender que para que las cosas cambien tiene que
haber organización. Debemos exigir a quien nos gobierna y emplea, el
pago diario de ese gasto de locomoción y también la alimentación.
La
organización en sindicatos, juntas de vecinos, centros juveniles, la
unión de todos los desencantados, debe culminar en acciones masivas de
esos millares que lo están pasando como la mierda.
Tomarse
todas las estaciones del Metro y exigir que se liberen los torniquetes.
No parar hasta que se modifique el valor del pasaje.
Para
todo esto se requiere unidad y coraje. Ponernos a trabajar para que
cambien las cosas, por que tengamos claro que no lo harán los
comediantes, por muy buenas intenciones que pudieran tener, ni tampoco
aquellos que viven haciendo gárgaras con el pueblo, sin preocuparse
efectivamente de él.
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente C.G.T. CHILE